miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cómo mejorar el rendimiento intelectual, de verdad

Buscar métodos para mejorar nuestro cerebro y sus procesos cognitivos sería algo mucho más fácil si conociésemos los mecanismos de la inteligencia la mitad de bien que conocemos los de la fuerza muscular, por ejemplo. Lamentablemente, lo que no se sabe de esos mecanismos de la cognición, es decir, lo que hace físicamente diferente un cerebro menos inteligente de un cerebro más inteligente y cómo hacer que el primero se parezca más al segundo, es la mayor parte. A continuación, y basándonos en lo que sí se sabe, vamos a revisar, sin ánimo de ser exhaustivos, qué hacer para mejorar el rendimiento cognitivo con ciertas garantías de éxito.


Muchas de las sugerencias que se hacen para mejorar la “inteligencia” provienen de estudios observacionales. Son esos estudios en los que se toma a personas que hacen/ingieren X y se hace la pregunta “¿son las personas que hacen/ingieren X más inteligentes que las que no lo hacen/ingieren?” Estos estudios obtienen correlaciones. Y ya sabemos que correlación no es causalidad. De hecho, pocos de estos estudios aportan una relación causal, esto es, un mecanismo plausible por el cual X te haga más inteligente.

Una revisión de la literatura existente sobre métodos para mantener o mejorar la función cognitiva encargada por los Institutos Nacionales de la Salud de los Estados Unidos (y de la que ya nos hicimos eco aquí), muestra que los siguientes productos/prácticas no han demostrado efectividad apreciable para la mejora del rendimiento cognitivo, aunque haya estudios individuales que puedan indicar que sí (¡ojo! hablamos de lo que hablamos y no de otra cosa; muchos de estos productos tienen funciones esenciales para el organismo y por lo tanto deben ser consumidos en cantidad suficiente):

  -Vitamina B6
  -Vitamina B12
  -Vitamina E
  -Beta caroteno
  -Ácido fólico
  -Flavonoides
  -Etanol
  -Omega-3
  -Red social amplia
  -Dieta mediterránea (existe una correlación con un menor riesgo de declive cognitivo en estudios observacionales, pero esto no ha sido confirmado en estudios más rigurosos que incluían grupos de control; y además no se sabe si el presunto beneficio viene de lo que incluye o de lo que excluye.)
  -Estatinas
  -Estrógeno
  -Ácido acetilsalicílico (Aspirina)
  -Ácido (RS)-2-(p-isobutilfenil)propiónico (ibuprofeno)
  -Procesos o mecanismos que aumenten el riego sanguíneo en el cerebro, distintos del ejercicio físico.

Tras una lista como la anterior habrá quien se quede con la impresión de que nada funciona, y esto no es así; lo único que ocurre es que nadie nos va a vender, de momento, puntos de cociente intelectual en pastillas, por mucho que así lo publicite y nosotros así lo creamos. El incremento de la investigación en neurociencia de los últimos años está encontrando (lentamente) los mecanismos de la cognición. Aunque aún es mucho lo que se desconoce, se ha acumulado suficiente información sobre la base sináptica y a nivel de circuitos como para poder decir qué procesos contribuyen a la cognición. Una mayor capacidad cognitiva es consecuencia de tener más neuronas y sinapsis, mayores niveles de neurogénesis (la creación de nuevas neuronas, especialmente en el hipocampo, importante en la formación de recuerdos) y mayor producción de sustancias como el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés), que estimulan la producción de neuronas y sinapsis. Tanto la neurogénesis como la formación de sinapsis mejoran el aprendizaje, la memoria, el razonamiento y la creatividad. Además los estudios por neuroimagen muestran que los circuitos cerebrales de las personas que son muy buenas en determinadas tareas tienden a ser más eficientes (usan menos energía incluso cuando aumenta la demanda cognitiva), tener más capacidad y ser más flexibles.

Uno de los hallazgos más interesantes de los últimos años está relacionado con la neuroplasticidad, esto es, cómo el cerebro cambia su estructura y funcionamiento como consecuencia de su uso. La concentración tiene una capacidad espectacular para alterar físicamente el cerebro y agrandar los circuitos funcionales. En un experimento, los científicos encontraron que cuando los monos practicaban repetidamente la percepción táctil de diferencias sutiles, la región correspondiente del cerebro se expandía, de la misma forma que lo hacen las correspondientes en las personas que aprenden a tocar el violín o a leer Braille. Análogamente, una región del córtex auditivo se expande cuando se escucha una y otra vez el mismo tono (sí, esto quiere decir que la región de tu cerebro que procesa el tono de llamada de tu móvil le va ganando terreno a las vecinas). Pero, y esto es lo interesante, cuando los monos tocaban algo y escuchaban tonos simultáneamente, solamente el área cerebral que controlaba el estímulo en el que estaban entrenados a concentrarse se expandía. En otras palabras, estímulos equivalentes (sensaciones táctiles y sonidos) producen diferentes resultados, expandiendo un área o no, dependiendo sólo de a qué se presta atención.

Esto podría explicar por qué las habilidades en las que ya somos buenos no nos hacen más inteligentes: no les prestamos demasiada atención. Por el contrario, comenzar una actividad cognitivamente exigente (el baile de salón es un buen ejemplo; cognitivamente exigente no implica razonamiento abstracto necesariamente, como alguien pudiera pensar) es más probable que mejore la velocidad de procesamiento, refuerce las sinapsis y expanda o cree redes funcionales.

Algunos estimulantes que pueden adquirirse fácilmente (sólo vamos a mencionar la cafeína como ejemplo; el resto tiene efectos secundarios muy perjudiciales para la salud y no queremos animar a su consumo, ni indirectamente) tienen beneficios cognitivos comprobados, al menos para algunas personas y para tareas determinadas. Estos estimulantes lo que hacen es elevar el nivel de dopamina en el cerebro, el neurotransmisor responsable de la motivación y la sensación de recompensa. Los estimulantes de los que hablamos mejoran tanto el recuerdo de palabras memorizadas como el funcionamiento de la memoria de trabajo (clave en la inteligencia fluida). Pero no mejoran ni la fluidez verbal, ni el razonamiento, ni el pensamiento abstracto y no tienen efecto apreciable en las personas que una mutación genética hace que tengan niveles altos de dopamina.

Estas limitaciones sugieren dos cosas. Primero, si ya tienes naturalmente niveles altos de dopamina porque estás muy motivado, la ingesta de productos estimulantes no te va a suponer una ayuda a la hora de crear el código para esa nueva página web o para darle un nuevo enfoque a tu trabajo sobre la Revolución de Octubre. Segundo, la motivación y la sensación de recompensa pueden ayudar con la memoria, pero no tienen efecto en los procesos de orden superior como el pensamiento abstracto.

Como corolario podemos afirmar que probablemente cualquier “truco” que mejore la confianza y la motivación redunde en una mejor capacidad para resolver problemas. En la misma línea, una actitud positiva puede mejorar la solución creativa de problemas, si bien el mecanismo subyacente sería diferente. En este caso es la reducción del estrés y del cortisol que lleva asociado (éste ataca a la mielina que recubre los axones de las neuronas y reduce la calidad de la transmisión de la señal) lo que permite a las capacidades que ya se poseen el dar su máximo potencial. Hubo un experimento que demostró ambos aspectos claramente: el que te digan que perteneces a un grupo demográfico que hace los tests consistentemente por encima de la media hace que los hagas mejor que si te dicen que el grupo al que perteneces suele tener problemas; en el primer caso tienes un subidón de dopamina que te permite seguir intentándolo hasta que salga y en el segundo una inundación de cortisol que te cortocircuita.

Pero existe una diferencia entre alcanzar tu potencial natural a base de quitar impedimentos como el estrés y aumentar realmente ese potencial. Esto último requiere recurrir a uno de los fenómenos mejor establecidos de la neurociencia: cuanto más usas un circuito, más fuerte se hace. Como resultado una habilidad en la que te concentras y te entrenas, mejora, y llega incluso a ocupar más espacio cerebral, con las consiguientes mejoras en el funcionamiento. Un ejemplo gráfico, los taxistas de Londres que se dedican a memorizar la intricada red de 25.000 calles de la ciudad tienen un hipocampo posterior (la región encargada de los recuerdos espaciales) más grande que el londinense medio. Y al revés, si lo dejamos todo en manos del navegador/GPS, lo perdemos.

Una consecuencia de lo anterior podría ser que el entrenamiento cognitivo (brain training) debería aumentar la capacidad intelectual. Muchos estudios confirman esto, pero con una salvedad importantísima. Entrenar tu memoria, tu pensamiento lógico o tu velocidad de proceso mejora esas habilidades, pero no hay transferencia en el brain training. Es decir, mejorar tu velocidad de procesamiento no mejora tu memoria, y mejorar tu memoria no mejora tu capacidad lógica. Pero es todavía más específico de la tarea: resolver crucigramas mejora tu capacidad para resolver crucigramas y no ninguna otra tarea.

¿Qué funciona entonces? A continuación tres prácticas que han demostrado que mejoran el rendimiento cognitivo.

El ejercicio físico [1]. Hablamos de ejercicio aeróbico sencillo, como andar 45 minutos tres veces a la semana. Este nivel de actividad mejora la memoria episódica y las funciones de control ejecutivo alrededor de un 20 por ciento. Los estudios que apoyan este dato se han realizado en adultos mayores, por lo que es posible que los resultados sean sólo de aplicación a las personas cuya fisiología cerebral ha empezado a deteriorase (lo que comienza cuando se tienen veintipocos años). El ejercicio provoca la creación de nuevas neuronas en la región del hipocampo que archiva las experiencias y el nuevo conocimiento. También estimula la producción de BDNF, de neurotransmisores y de sustancia gris en el córtex prefrontal. El ejercicio estimula la producción de sinapsis nuevas, la base de la eficiencia y la capacidad de los circuitos que se refleja en una inteligencia superior. Hay estudios que afirman que el ejercicio puede hacer que un cerebro de 70 años tenga la conectividad de uno de 30 años, mejorando de paso la memoria, la planificación, el manejo de la ambigüedad y la multitarea. En definitiva, el ejercicio físico mejora la base molecular y celular general de las capacidades cognitivas, por lo que aporta beneficios más generales que entrenar específicamente la memoria o la toma de decisiones.

La meditación [2]. La meditación puede aumentar el grosor de las regiones que controlan la atención el procesamiento de las señales de los sentidos. Hay estudios que demuestran que la meditación cambia la estructura y el funcionamiento del cerebro de tal manera que los procesos son más eficientes, la base como ya sabemos de una inteligencia mejorada.

Finalmente, algunos videojuegos [3] pueden mejorar la agilidad mental general. En general aquellos que requieran control motor, búsqueda visual, memoria de trabajo, memoria a largo plazo y toma de decisiones. Pero sobre todo deben requerir el elixir de la neuroplasticidad: concentración, específicamente la capacidad para controlar y dirigir la atención a diferentes tareas. Estamos hablando de videojuegos cuya base fundamental sea la estrategia (idealmente en tiempo real), con niveles de dificultad cada vez mayor. Hemos de señalar que pocos videojuegos cumplen estas condiciones pero que haberlos, los hay.

Referencias:

[1] Voss MW, Prakash RS, Erickson KI, Basak C, Chaddock L, Kim JS, Alves H, Heo S, Szabo AN, White SM, Wójcicki TR, Mailey EL, Gothe N, Olson EA, McAuley E, & Kramer AF (2010). Plasticity of brain networks in a randomized intervention trial of exercise training in older adults. Frontiers in aging neuroscience, 2 PMID: 20890449

[2] Jha AP, Stanley EA, Kiyonaga A, Wong L, & Gelfand L (2010). Examining the protective effects of mindfulness training on working memory capacity and affective experience. Emotion (Washington, D.C.), 10 (1), 54-64 PMID: 20141302

[3a] Boot WR, Kramer AF, Simons DJ, Fabiani M, & Gratton G (2008). The effects of video game playing on attention, memory, and executive control. Acta psychologica, 129 (3), 387-98 PMID: 18929349
[3b] Blumen HM, Gopher D, Steinerman JR, & Stern Y (2010). Training cognitive control in older adults with the space fortress game: the role of training instructions and basic motor ability. Frontiers in aging neuroscience, 2 PMID: 21120135

Fuente: http://www.experientiadocet.com/2011/01/como-mejorar-el-rendimiento-intelectual.html

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