sábado, 6 de abril de 2013

Teoría de la Mente

Imagina estar tú, un niño de 5 años, y otro de 3, observando a través de una cámara oculta qué ocurre en una habitación vacía donde sólo hay un sillón, una caja, y una pelota.

De repente veis entrar una niña en la habitación, jugar un rato con la pelota, dejarla dentro de la caja, e irse. Pasan un par de minutos, y aparece una mujer caminando de manera sigilosa, saca la pelota de la caja, la esconde detrás del sillón, y se va como comprobando que nadie la haya visto.

Pasa otro par de minutos, vuelve a entrar la niña, y entonces unos investigadores detienen la imagen y os preguntan: ¿dónde irá la niña a buscar la pelota: dentro de la caja o detrás del sillón?

Tú evidentemente respondes que irá a buscarla dentro de la caja, porque allí es donde la dejó. El niño de 5 años responde lo mismo. Sin embargo, el de 3 años contesta que irá a buscarla detrás del sillón, porque allí es donde está la pelota.

Experimentos como éste se han repetido infinidad de veces, y todos los niños menores de 3 años responden que la niña iría a buscar la pelota donde ellos saben que está, y los de 5 –a excepción de los autistas- donde la niña cree que está.

A los tres años, el cerebro todavía no ha desarrollado la capacidad de interpretar la mente de otros. Es en algún momento alrededor de los 4 años que aparece en el cerebro una capacidad cognitiva que los psicólogos llaman “teoría de la mente”, que nos permite ser conscientes del estado mental ajeno e imaginar qué están pensando otras personas.

Obvio que hay un componente de observación y aprendizaje por parte del niño, pero que aparezca de manera tan consistente alrededor de esta edad indica que existe también un claro condicionante neurofisiológico.

De hecho, escaneando con resonancia magnética funcional el cerebro de niños de diferentes edades mientras realizaban tests parecidos al de la pelota-caja-sillón, Rebecca Saxe del MIT descubrió una zona en el neocortex justo detrás de nuestra oreja derecha que va desarrollándose y especializándose durante la infancia y adolescencia, y que está claramente asociada a la capacidad de interpretar qué puede estar pasando por la mente de otras personas. El área se llama Right Temporoparietal Junction (rTPJ), y la utilizas negociando con un cliente, intentando buscar los motivos de la cara de enfado de tu pareja, pensando qué regalo le gustará más a una amiga, o juzgando si alguien que cometió un error lo hizo con mala fe o de manera inocente.

(*) Nota: la expresión “teoría de la mente” es confusa: no se refiere a una teoría/hipótesis, sino a una capacidad cognitiva. Tener teoría de la mente es tener capacidad de interpretar la mente ajena.


Modificar tus juicios morales con un click magnético transcraneal

Similar a la situación anterior habitación-niña-pelota, ahora estás observando desde una cámara oculta a Olga y Esther.

Olga y Esther son dos jóvenes investigadoras que trabajan en mismo laboratorio y que, aunque intenten disimularlo, no se caen nada bien. Se toleran, van a tomar café juntas, hablan de sus cosas, pero en realidad se tienen una profunda manía mutua. Especialmente Olga hacia Esther.

Son las 11 de la mañana, y como cada día a esa hora van a tomar café a una pequeña sala anexa a su laboratorio. Olga prepara los cafés, y le pregunta a Esther cuantas cucharadas de azúcar quiere. Esther dice que dos, Olga va a ponerlas, pero justo al lado del bote de azúcar ve otro idéntico que contiene un compuesto de textura muy parecida al azúcar, pero que ella sabe provoca fuertes diarreas. Olga se detiene un par de segundos, y a plena conciencia pone dos cucharadas del producto tóxico en el café de Esther.

Sin embargo, antes había ocurrido algo que Olga desconocía: Alguien cambió las etiquetas de ambos botes, y en realizad lo que Olga puso en el vaso de Esther fueron dos cucharadas de inofensivo azúcar. ¿Cómo juzgas la inocua acción de Olga?

Imagínate el caso que le hubiera dado el tóxico sin saber lo del cambio de etiquetas, convencida de que era azúcar. ¿En cual de las dos circunstancias sería más culpable “moralmente”? Tú seguramente asumirás que lo segundo fue un error que no merece castigo, y lo primero un acto de mala fe que, a pesar de no tener consecuencias, sí merece ser reprobado.

Si le preguntas algo parecido a un niño de 3 años sin teoría de la mente, opinaría todo lo contrario: Olga es culpable cuando provoca una intoxicación a Esther y no lo es cuando nada ocurre. Y si haces la prueba en niños cada vez mayores, irás viendo una gradación en las respuestas, con una variabilidad que todavía se mantiene en edad adulta.

De hecho Rebecca Saxe puso varios hombres y mujeres bajo el scanner de fMRI mientras les planteaba situaciones como ésta, y encontró una asociación significativa entre la actividad de la rTPJ y la proporción de culpa que daban a Olga en ambas situaciones (dar azúcar pensado que era tóxico, o dar tóxico pensando que era azúcar). Siempre la juzgaban como más culpable cuando su intención era provocar un daño aunque no lo consiguiera, pero cuanta menor actividad tenían los voluntarios en la zona rTPJ, más grado de responsabilidad le otorgaban cuando causaba un daño por accidente involuntario.

Y aquí llega lo más espectacular: una investigadora del grupo de Saxe, Liane Young, consiguió alterar el juicio sobre la actitud de Olga de varios voluntarios, desactivando su rTPJ con Estimulación Magnética Transcraneal (TMS). El título del paper de PNAS es contundente: “Disruption of the right temporoparietal junction with transcranial magnetic stimulation reduces the role of beliefs in moral judgments” (La distorsión del rTPJ con TMS reduce el rol de las creencias en los juicios morales).

En función de la frecuencia a que se aplique, la estimulación magnética transcraneal puede servir para activar o desactivar circuitos neuronales específicos del cerebro. Liane Young planteó el dilema entre Olga y Esther a voluntarios mientras les bloqueaba el rTPJ, y observó que modificaban significativamente sus opiniones sobre el grado de culpabilidad de Olga. No llegaban a invertirlo, pero sí daban significativamente más valor al resultado final de la acción y menos a la intención oculta de Olga. Impresionante. Unas simples ondas magnéticas pueden desactivar temporalmente una parte de nuestro cerebro y cambiar nuestros juicios morales, que por otra parte solemos considerar tan sólidos.

 Fuente: http://blogs.elpais.com/apuntes-cientificos-mit/2013/03/teor%C3%ADa-de-la-mente.html

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